Ellos tienen derecho a ser felices
Por Andrés Ariztía, Pbro. / Capellán de Fundación Las Rosas
El año está por llegar a su fin. Vivimos en el torbellino del día a día, sin detenernos en aquellos que se adentran en el olvido, en el desamor y, en muchos casos, experimentan grandes y crueles sufrimientos, producto de mala alimentación, de soledad y de desprecio. Me refiero a las personas mayores con Alzheimer.
A veces no los sabemos tratar, no sabemos qué hacer. Los sentimos una «carga» imposible de llevar y poco a poco los vamos olvidando. En Chile, el 7,3% de las personas mayores de 60 -es decir, más de 230 mil personas- padece de Alzheimer. Y son cientos los que mes a mes ingresan a esta difícil condición en el país.
En la Fundación Las Rosas es la primera razón de ingreso, y entre nuestros residentes ya llegamos al 80% de dependencia mental, siendo el Alzheimer el mal más común. En estas fechas, tiene aún mayor sentido preguntarse: ¿Es posible cuidarlos con dignidad? ¿Tienen ellos derecho a vivir experiencias de felicidad? ¡Definitivamente, sí! Y no solo eso. Siendo parte de sus vidas, las personas con Alzheimer nos sacan del individualismo frío y deshumanizante y nos ayudan a ser compasivos, afectuosos y alegres en pequeños detalles. Lejos de ser una carga, pueden ser un aporte, sacan ese niño que llevamos dentro y muchas veces nos desestresan.
Después de visitar los mejores centros de Alzheimer de España y Estados Unidos, comenzamos a trabajar en la instalación del Programa Alzheimer para nuestros residentes de Fundación Las Rosas. Iniciativa que esperamos comience a dar grandes frutos en 2019. Se trata de un programa sencillo, que fácilmente puede replicarse en la familia que enfrenta esta condición.
Este programa incluye distintas acciones y terapias: -Experiencia de Dios: en imágenes, fotografías y cantos religiosos. Esto ayuda a saberse amado, perdonado y los motivan a construir experiencia de Cielo. -Aromaterapia: aromas que recrean experiencias y lugares, recuerdan alegrías y activan la imaginación. -Musicoterapia: sonidos que invitan al baile, al canto, a la comunicación no verbal. Es otra forma de conversación, llena de amor y entendimiento. -Bebé-terapia: sensaciones que traen al presente recuerdos de maternidad o paternidad. Que llenan el alma de cariño y felicidad. -Manto-terapia: diferentes texturas ayudan a recordar trabajos, situaciones hogareñas, episodios importantes de la vida. -Sala de Estimulación: sonidos, luces y audios que sacan del silencio y ayudan a interactuar y fraternizar. -Ruta de la Felicidad: bus de amplia visión para recorrer la ciudad y, de esa forma, hacer recuerdo y reconexión con la comunidad.
Cuando el Señor nos habla del amor a Dios y al prójimo, nos dice que «no hay otro mandamiento mayor que este» (Mc 12,31). En un país donde estamos al debe en materia de salud mental, esta debiera ser la gran urgencia. No olvidemos que ¡seremos juzgados en el amor!
Invito a todos a dar el paso, perder el miedo, hacerse parte de este programa de amar y servir.
Pbro. Andrés Ariztía de Castro
Capellán Fundación Las Rosas